Según el Instituto Andaluz de la Mujer, asistimos a una "ola de romanticismo", que presenta los celos y la posesión como pruebas de amor. Así, películas como Perdona si te llamo amor, la saga Crepúsculo o la española Tres metros sobre el cielo idealizan el amor romántico hasta el punto de que la chica, siempre la chica, acaba renunciando a todo por él, que suele ser un chico malo que la hace sufrir por amor.
Un claro ejemplo lo tenemos en el personaje Edward Cullen (Crepúsculo), un vampiro, manipulador, obsesivo, compulsivo y abusivo. Tanto así, que ha logrado que lectoras en todo el mundo hayan confundido el abuso, la dependencia y el sufrimiento con el amor, cuando en realidad describe una relación enfermiza y empalagosa.
Sus acciones, repetidamente demuestran una mentalidad peligrosa de dependencia y control, primeros signos de alerta de la VIOLENCIA DE GÉNERO. Tanto en las novelas como en las películas, encontramos numerosos ejemplos de:
- CELOS: los celos no tienen nada que ver con el amor. Los origina el deseo de posesión, junto con la falta de confianza.
- AISLAMIENTO Y CONTROL: los celos son una técnica de control, a menudo unida a forzar un aislamiento de los amigos y familia de la pareja.
- EL ABANDONO: amenazar con abandonar a alguien, cuando has conseguido aislarlo de su familia y amistades, es otra táctica de control. Si abandonas a alguien en el momento adecuado, puedes convencer al otro de que su vida vale menos sin el abusador.
- COMPORTAMIENTO POSESIVO: “quiero que el mundo sepa que eres mía y de nadie más”… hay poco más que decir, ¿no?
En definitiva, no confundáis obsesión, sufrimiento y control con amor. No dejéis que nadie os impida tomar vuestras propias decisiones. Nadie merece tanto la pena.
Y como el tema es bastante serio, vamos a terminar con un poco de humor...
Adaptado de:
En el caso de Crepúsculo podrías tirar más del hilo y sacar una anotación relacionada con las peleas entre "machos" por decidir quién se queda con la "hembra" sin preguntarle del todo lo que opina.
ResponderEliminarMuy buena observación, Tito.
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