Los
días de incertidumbre generan opiniones de todo tipo, que por bienintencionadas
que sean, no suelen estar muy bien fundamentadas. Como podéis imaginar, no soy médico,
economista o político (aunque sí que me preocupa el bien de la polis); pero conozco el mundo de la
educación. Estudié la Licenciatura en Pedagogía y he ido enriqueciendo mi
formación a lo largo de los años (por ejemplo, con un Máster en Neuropsicología y Educación).
Además, soy profesor de secundaria de la especialidad de orientación educativa
y desde más recientemente, jefe de estudios de un instituto en una zona desfavorecida. Por eso, creo que puedo permitirme la licencia de opinar
respecto a lo que vamos a hacer lo que resta de curso y el que viene, siempre
centrado en las etapas que más conozco.
Evidentemente,
como empleado público, mi deber es asumir en todo momento las directrices de la
Administración (cosa que evidentemente haré), pero tengo ciertas ideas de cuál
debería ser la estrategia a partir de ahora. En este sentido, la última circular publicada en Andalucía, nos insta a continuar avanzando materia y
evaluando, siguiendo paralelamente estrategias de atención a la diversidad. Lo
cierto es que no me parece mala idea, porque existen posibilidades de realizar
pequeños progresos y por supuesto de evaluar y calificar a una mayoría que está
avanzando, pero con numerosas lagunas que deberemos tener en cuenta más
adelante.
Ahora bien, la realidad también es que la brecha entre los que estudian y
los que no, va aumentando a cada segundo que pasamos en esta situación. Habrá
casos en los que no dispongan de medios (tenemos alumnado que ni siquiera tiene
cuarto de baño, no digamos ordenadores y conexión a Internet), otros en los que
el apoyo familiar no sea deseable, los que presentan problemas de aprendizaje y
ahora se ven más perdidos que nunca, también tenemos aquellos que ya son
“objetores” en la enseñanza presencial y que ahora se ven en el escenario
perfecto para continuar no haciendo nada, etc. En definitiva, multitud de
estudiantes que se quedan totalmente descolgados y que están pasando varios meses en blanco
¿Es
el aprobado general la solución? No, porque debemos conocer qué nivel de
competencia curricular han alcanzado todos y cada uno de nuestros estudiantes,
para así dar una respuesta adecuada a sus necesidades el curso que viene. La
nota no lo es todo, pero aporta mucha información que deberíamos complementar
con fuentes de tipo más cualitativo. Por eso, los equipos directivos deben
exigirle a los claustros (ya lo están haciendo) un seguimiento exhaustivo de
todo el alumnado, en especial de aquellos más afectados por el confinamiento.
¿Es
la repetición la solución? Tampoco, porque nos va a generar todavía más
desigualdades una vez todo vuelva a la “normalidad”. Yo apostaría por la
promoción automática generalizada y la puesta en marcha de un plan de
emergencia y reconstrucción educativa que conlleve, por supuesto, numerosos
recursos personales y materiales. La realidad es que hay programas de atencióna la diversidad que, si se aplican con cierto criterio, tienen indudable éxito.
¿Por qué no promoverlos y generalizarlos para (en varios años), salvar las
desigualdades que la cuarentena ha sumado a las ya existentes? Dejemos en todo
caso las repeticiones para el curso 2021-2022.
En
muchos casos, bastaría con programas de recuperación de los aprendizajes no
adquiridos, pero mucho más potentes de los que se llevan a cabo ahora (y con
mucho más personal dedicado a ellos). En otros, recurriríamos a medidas como desdobles
y agrupamientos flexibles, donde poder distribuir al alumnado por niveles en
las materias con mayor desfase (ojo, nunca agrupamientos “inflexibles”, ya sé
que tienen muchos detractores). Por supuesto, hablaríamos también de
incrementar los refuerzos y apoyos de un segundo profesor en el aula, pero
contando con efectivos suficientes para desterrar el problema que tienen en
Infantil y Primaria, donde el maestro de apoyo tiene que sustituir las bajas,
viéndose abandonado el alumnado que más lo necesita.
¿Por
qué no promover en todos los niveles intervenciones similares al PMAR (Programa
de mejora del aprendizaje y el rendimiento)? Consiste en crear grupos más
pequeños, donde el currículo está organizado en ámbitos a cargo de un solo
docente y reciben mayor seguimiento de los profesionales de la orientación (una
especia de UCI educativa). Y en la misma línea, ¿qué tal si repensamos las
adaptaciones curriculares dándoles un carácter más grupal y flexible? O desde
una óptica más inclusiva, si abandonamos un modelo encorsetado por las
asignaturas y nos acercamos al trabajo por proyectos, al aprendizajecooperativo y la interdependencia positiva de todo el alumnado para poder salir
adelante juntos. Por ejemplo, tenemos una cantidad ingente (y algo sospechosa)
de alumnado de altas capacidades, vamos a aprovechar su talento con estrategias
de enseñanza entre iguales, démosle a todo el mundo la oportunidad de ayudar
para que nadie se quede atrás.
Pero,
¿qué hacer con el alumnado en 4º de E.S.O.? Tal vez, junto con el alumnado de
postobligatoria, sea el caso más espinoso y donde podríamos permitir alguna
repetición. Previamente a la toma de una decisión, estudiemos caso por caso, la
trayectoria de todos y cada uno y pongamos también en marcha medidas
compensatorias en bachillerato y ciclos formativos. Que nadie se quede
repitiendo si no es estrictamente necesario.
Está
claro que todo esto sobre lo que he estado “desvariando” requiere de una
inversión de muchos millones de euros: incrementar el número de profesionales de la orientación, profesorado de pedagogía terapéutica y compensación
educativa, de apoyo a los ámbitos científico-tecnológico y socio-lingüístico,
formación, dotaciones de nuevas aulas, etc. Pero el que algo quiere, algo le
cuesta, y esa inversión va a ahorrarnos muchos quebraderos en el futuro.
Muchas
veces he escuchado que los docentes somos uno de los colectivos a los que más
nos cuesta desconectar y a los que más nos gusta hablar de trabajo en nuestro
tiempo libre. Tal vez sea porque amamos lo que hacemos o tal vez por la
necesidad psicológica de “airear” aquello que nos angustia. El caso es que aquí
estoy, reflexionando sobre educación en pleno periodo vacacional después de
unas semanas durísimas de trabajo desde el confinamiento. Lo más probable es
que estas ideas no lleguen a ningún lado, pero al menos a mí me han servido
para acortar la jornada encerrado en casa y desahogarme respecto a lo que
pienso. Con eso me doy por satisfecho. ¡Mucho ánimo!